Mi madre me dice que últimamente no cuento más que desgracias en el blog, así que ya va siendo hora de ver y escribir las cosas de otra manera. Más que nada, porque los hechos y sobre todo, los datos invitan a algo de optimismo.
Empecé a tomar hierro el 31 de mayo. Hasta el 9 de junio no empecé a notar medio bien a pesar de entrenar poco y a medio-gas. El 13 ya hice mi primer entrenamiento normal, que no fue otro que subir y bajar Zaldiaran corriendo, lo que me ha supuesto 8 días de agujetas demoledoras en mis débiles cuádriceps pero, por lo menos, me sentí bien.
A partir de ahí, he empezado a hacer entrenamientos normales y esta semana pasada he empezado a doblar algunos días nadando a las 7 de la mañana, los 40 minutos que me da tiempo antes de entrar a trabajar.
En general, estoy metiendo buenos entrenamientos de fondo, pero muy bajos de intensidad (IF=0.7-0.72). Estoy en números de febrero (W, W/ppm), pero por lo menos he conseguido que el pulso vaya más acorde con la intensidad del entrenamiento. O sea, que estoy «curado» pero me falta fuerza y que mi corazón trabaje a otra velocidad. Espero que sea cuestión de tiempo.
El domingo compito en el Onditz. Será una buena oportunidad para ver cómo respondo en una situación de todo lo contrario a lo que estoy entrenando. Supongo que no muy bien, pero no me irá mal del todo un estímulo así.
En resumen, que poco a poco vamos progresando, pero ya queda muy poquito tiempo para el Challenge que era y es el principal objetivo de la temporada. Me he puesto como reto ser capaz de exprimirme todo lo que pueda durante estas pocas semanas que quedan para intentar llegar lo mejor posible (sin lesionarme!!). Seguro que no será en un estado óptimo, pero sí será lo mejor que haya podido hacer.