Las temporadas de los triatletas aficionados tienen que ser valoradas en función de los inevitables condicionantes externos que tenemos. Pueden ser de varios tipos: trabajo, familiares, y luego los que son comunes a los PROs, como las lesiones.
En mi caso, el que parecía que iba a ser mayor, de nombre Adrián, ha resultado ser el que menos ha influido en mis entrenamientos. Sí que me ha hecho cambiar de horarios, pero no me ha hecho reducir el volumen mucho más de lo que hubiera hecho sin él. Afortunadamente, tampoco nos ha quitado muchas más horas de las habituales, por lo que para nada he podido tomarlo como excusa.
Luego está el tema de las lesiones. Tengo por costumbre lesionarme en Abril/Mayo, (psoas, lumbares, anemia) pero este año me he pasado toda la temporada con el gemelo y sóleo derechos dando guerra desde la segunda salida de octubre.
Eso hizo que me perdiera las carreras de otoño y sólo participara en la San Silvestre, donde no rendí mal, pero no tan bien como el año anterior. Cambié varias veces de zapatillas para intentar solucionarlo sin demasiado éxito, pero por lo menos participé en el Duatlón de Aranguren, donde de nuevo, me faltó un punto corriendo en el último sector para terminar de rematar un buen sector en bici. (7º)
Luego tocaba Arbizu, sin drafting. Estaba bien en bici y creía que me podía salir bien, pero no descansé lo suficiente entre semana, llegué «cruzado» y competí mal y rendí peor (31º). Probablemente la peor competición de la temporada, pero saqué dos lecciones muy importantes para el futuro: los duatlones sin drafting no se me dan bien y da igual el viento que haya que la rueda trasera con tapas no se mueve.
Después, cuando mejor estaba de forma, tras uno de los mejores entrenamientos de bici con 3 horas a 230w acoplado empecé a notar bastante molestia en la rodilla. Después de mucho analizar, creo que es consecuencia de las series de PAM en el rodillo. Más que de las propias series, de no calentar y no estirar bien después. El año que viene, habrá que hacer estos entrenamientos con más cuidado, porque creo que son necesarios, pero sobre todo estirar más. Esta lesión hizo que tuviera que dejar de andar en bici, tampoco estaba corriendo, por lo que sólo me quedaba nadar.
Aún así, y sólo porque era por equipos, corrí el duatlón de Egüés, donde en la bici me tocó sufrir algo más de lo que me esperaba y el triatlón de Senpere, también por equipos, donde me ocurrió exactamente lo mismo. Como ya he dicho este año, yo necesito al menos dos días en bici a la semana para mantenerme, y tres/cuatro para intentar mejorar. Cuando esto no se cumple, me toca sufrir. Aún así, fueron experiencias muy positivas y espero poder repetir el año que viene.
Dado como estaba, no me apunté al olímpico de Senpere. En cualquier caso, también me estoy dando cuenta de que me cuesta cada vez más recuperar de las carreras (el paso de los años no perdona) y ya no estoy para hacer dos carreras el mismo fin de semana, aunque una de ellas sea sprint.
Mientras todo el mundo entrenaba en Semana Santa, yo seguía en la piscina, aprovechando para meter ese 4º día por semana que da un punto muy bueno a los que no tenemos pasado nadador. Después empecé con EPI y finalmente, en Mayo ya estaba recuperado. Justo a tiempo para empezar a competir en Junio en los olímpicos sin drafting que era para lo que había estado entrenando todo el año. Era el momento de sacar el ritmo A2 con neopreno, los 260-270w en bici con la nueva posición en la bici. El objetivo que tenía a principio de temporada de acercarme a 35′ corriendo, ya era más complicado de conseguir porque seguía sin apenas correr.
La primera carrera fue en Arroyo de la Encomienda, donde había un cartel impresionante, pero conseguí meter el morrito por delante de algunos clásicos como Álvaro Velázquez o Daniel Muñiz, a pesar de que no nadé bien. (6º)
La segunda fue en Laredo. Una carrera parecida en rendimiento, donde perdí en la bici (creo que en las subidas) algo más de lo esperado y tampoco corrí a gusto del todo (9º).
Y después llegó Vitoria. La carrera más importante para mí, pero para la que no me había preparado de forma especial. Probablemente la mejor natación de mi vida me colocó en una situación de carrera inmejorable en la bici, rodeado de gente creo que mejor que yo, pero donde me pude mantener sin demasiados problemas a unos watios menores de los que tenía previstos. A partir de la T2, tocaba correr en casa, que es donde mejor lo hago siempre. A pesar de una sobrecarga en el dichoso gemelo derecho desde el km4, fui capaz de mantener el ritmo por debajo de 4’km hasta el km 18 y luego ya aguantar como pude. 6º en la general, primer alavés en meta 😉 y la entrada más emocionante de mi vida, más que la del primer ironman.
Ahí tocaba levantar el pie, coger aire, recuperar el gemelo para afrontar la segunda parte de la temporada que empezaba en Castro Urdiales.
Otra vez, el parón en bici hizo que tuviera un parcial en bici bastante flojo y aunque corrí mejor, no pude superar el puesto del año pasado. En general, creo que fue mi peor triatlón del año. (15º)
Mi estado de forma en ese momento hizo que decidiera no correr el Medio de Medina de Rioseco. De aquí ya saco la última conclusión sobre las recuperaciones tras carrera que añado a la mencionada anteriormente:
- No puedo correr dos carreras el mismo fin de semana.
- Después de un olímpico sin drafting necesito al menos un fin de semana de descanso.
-
Después de un MD necesito al menos 3-4 semanas de descanso.
Así, Medina no cuadraba de ninguna forma. Aprovechando que seguíamos en Castro Urdiales, nos acercamos a Noja y participé en un acuatlón, modalidad que no practicaba desde 2008. Fue divertido, me vi por fin bien corriendo y nadando aguanté como pude (aunque la distancia era prácticamente la mitad de la reglamentaria). (9º)
A partir de aquí, al igual que hice el año pasado, comenzaba un pequeño ciclo de carreras con drafting, para las que entreno menos, pero con más intensidad. Algo que me parece muy divertido y menos exigente a nivel socio/familiar y mental, y por lo tanto más adecuado para el final de la temporada y coincidente con vacaciones.
La primera era Logroño, en distancia olímpica. No conocía a nadie de los inscritos, me encontraba bien de forma y algo me decía que por primera vez, salía en una carrera a ganar. La carrera fue bastante confusa, pero sabía que lo estaba haciendo bien y cuando me puse primero en el primer kilómetro vi que eso ya no se me escapaba. A pesar de que no fue la entrada en meta que uno sueña o visualiza cada vez que entrena, uno no gana todos los días un triatlón, los kilómetros tirando del grupo para coger a los de delante (aunque no había nadie J) y la carrera a pie acompañado de la bicicleta con el cartelito de 1er clasificado… eso quedará siempre para mi.
Tras la resaca de mi primera victoria, tocaba seguir entrenando. Volvía a Valbuena de Duero, donde quería subir al podio después de quedarme fuera el año pasado en el último sector. A pesar de competir mucho mejor, volví a quedar 4º. El puesto fue el mismo, pero la sensación mejor. Hice lo que pude, rendí bien, pero los tres primeros eran mejores que yo. Nada que objetar.
El punto final fue en el duatlón de Valtierra. Mucha pena, porque competí medio enfermo, resistí sólo 4 km y el resto fue arrastrarme como pude, impotente, para terminar 6º. Un buen puesto (muy bueno para cómo estaba), pero sé que tenía más.
En general, la mejor temporada de mi vida, que la hubiera firmado con los ojos cerrados en diciembre. Dos momentos preciosos e inolvidables: Vitoria y Logroño. Otros bonitos en las carreras por equipos, buenas carreras en Arroyo de la Encomienda, Laredo y Valbuena, normal en Aranguren, floja en Castro Urdiales y mala en Arbizu. Probablemente en 2013 hubo momentos en los que estuve mejor de forma, pero este año he elegido con más cabeza las carreras y la preparación, o el reparto de esfuerzos y sobre todo de descansos, ha sido mejor dando lugar a unos resultados muchísimo mejores.
Ahora, a pensar en 2015.